El Viejo gasta su aburrimiento en deambular por la casa celando a Beatriz, su mujer. Los pleitos desgastan y el equilibrio se rompe: la mujer, a fuerza de sentirse celada, se siente deseada y sobre todo deseable. Quiere comprobarlo. Por ello una noche sale de casa sin rumbo alguno con un solo propósito: sexo. Su regreso a casa desata la hecatombe. Dinorah, la criada, no puede permitir tal osadía y toma partido.
Lo que eleva a este filme de lo psico-sexualmente provocativo a algo artísticamente un poco más que eso es la forma en que está filmado. Alejandro Cantú, cuya carrera como director de fotografía en México se remonta a 1992, ha implementado un enfoque visual para el director Arturo Ripstein que es perfectamente voyerista sin parecerlo nunca. Su logro aquí es un pináculo de la cinematografía móvil, siempre en movimiento, que nunca llama la atención sobre sí misma porque siempre está exacta y discretamente en el lugar correcto.
Existen también las gradaciones emocionales y la apertura relacionada con la edad que pueden traspasar la línea hacia la mezquindad absoluta, factores que juegan un papel importante en su desenlace. Emocional, psicológica y sexualmente, lo que está en pantalla, a pesar de toda su rareza, es totalmente creíble.
LAT