El Día del Niño se acerca en medio de un contexto pandémico donde la mayoría de los infantes han estado en confinamiento durante más de un año. La prolongación de estas medidas ha hecho que diversos especialistas se preocupen por los efectos que tendrá esta contingencia, incluso la Organización Mundial de la Salud ha publicado investigaciones enfocándose en la salud mental, la ansiedad, la depresión y la obesidad. “puede que haya muchas rabietas, berrinches, puede que estén de pronto muy felices y de pronto con mucho enojo, precisamente porque no encuentran la manera de expresar sus emociones” explica Imelda Ramirez, miembro de Uhane.
En casa, puede que las familias se encuentren con diversas complicaciones, principalmente a la hora de que los pequeños expresen sus emociones “En el kínder, la primaria había campañas de cómo lavarse los dientes, las manos, la higiene, incluso para personas adultas. En la salud mental, desafortunadamente no hay esa cultura de cuidado, entonces desde la niñez no hay una orientación de cómo expresar adecuadamente las dificultades”. Estos problemas pueden llegar a tener terribles conclusiones “si no hay actividad física que se esté haciendo o si no hay una manera de que saquen su energía, también existe la posibilidad de que se autolesionen, hay varios casos que he visto así”.
Por esta razón, la psicóloga recomienda buscar un equilibrio entre el cuidado de la salud física frente al coronavirus y la salud mental “es decir, de manera cuidada, tener aproximaciones al exterior, salir a parques, lo que yo he visto mucho es que se hacen picnics, me parece una idea muy buena porque hay convivencia al aire libre y esto puede ayudar a que la química de la felicidad, como le llaman (oxitocina, dopamina, serotonina) se libere y puedan sentirse mejor”. También es importante hablar del miedo con los jóvenes para usarlo como una forma de cuidado, pero evitando saturarse “decirles que está bien que tengan miedo, pero que el miedo puede paralizar también”.
En cuanto a los jóvenes que están regresando a las aulas, o que van a regresar próximamente, puede que también experimenten complicaciones como una psicomotricidad entorpecida o una disminución en sus habilidades físicas “hay una serie de efectos físicos que pueden traer consecuencias psicológicas, como la percepción de tu cuerpo, tu identidad; la identidad se construye sí en la familia, pero también en el contexto, entonces eventualmente puede haber algunas pequeñas crisis de identidad”.
En estos casos, Ramírez sugiere “conocerles más a detalle, a veces da miedo, pero llegar y directamente preguntar ¿a qué le tienes miedo? ¿cómo te estás sintiendo? ¿te gustaría regresar? preguntas que también ayuden a la niña, al niño a crear esos panoramas y que no le cause tanto movimiento emocional regresar a un lugar”. También hace énfasis a reflexionar más allá de lo inmediato “es importante saber que probablemente los efectos no los veamos ahorita, si no que también van a ser progresivos a largo plazo, desde la manera en cómo socializan, la manera en cómo enfrentan sus emociones, pensamientos”.
Ante todo, la psicóloga aboga por la compasión “imaginarse qué hubieran sentido al estar en un encierro a la edad de siete, ocho años y saber que posiblemente la hubieran pasado muy mal y poder ver con esos ojos a tus hijas e hijos, sobrinas, sobrinos… primero es voltear a verles con dignidad, sabiendo que también la están pasando mal y que eso les puede ayudar a bajar sus exigencias para ellas y ellos”.
LAT