Decía Keith Haring: "No creo que el arte sea propaganda, sino que debe ser algo que libera el alma, pues provoca la imaginación y anima a la gente a ir más allá. Celebra la humanidad en vez de manipularla". En su corta pero intensa carrera, Haring, quien nació un 4 de mayo de 1958, insistió en democratizar el arte y acercarlo a las masas a través de sus intervenciones en estaciones de metro, murales callejeros o esculturas de acero de gran tamaño.
Al igual que Andy Warhol representó a la generación pop, hizo posible la simbiosis entre el arte y otras disciplinas, supo ver el lado comercial de las cosas (en 1986 abría en Nueva York una boutique, la Pop Shop, en la que vendía sus creaciones) y se convirtió en el nexo de unión indiscutible entre la movida artística underground y la cultura elitista, tan capaz de seducir en las calles como en los museos de mayor prestigio.
Su estilo artístico se reconoce con facilidad por el intento de combinar el arte, la moda y la música. Sus graffitis, que evocan la cultura callejera de la década de los 80, contienen formas figurativas de trazo ancho representando niños, el amor, el sexo, la muerte y el sida. Su carrera despegó en los andenes y vagones de metro de la Gran Manzana cautivando la mirada del público y sus exposiciones, con fuertes mensajes sobre la vida y la unidad, fueron fotografiadas y grabadas por el artista chino, Tseng Kwong Chi.
Tras ser diagnosticado en 1988 como portador de vih sus obras se encrudecieron y comenzaron a ser más comprometidas social y culturalmente, al abogar por la práctica del sexo seguro. Por desgracia, moriría prematuramente, con apenas 31 años, en 1990 víctima del sida, pero su legado continúa seduciendo a las nuevas generaciones.
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