En su introducción a la reimpresión de “Estados del deseo”, Edmund White afirma que el mundo gay ha evolucionado más rápido que cualquier otro en tiempos de paz desde el comienzo de la historia. Quién necesite convencerse sólo tiene que leer la reseña moralista que Paul Cowan escribió sobre el libro en el New York Times cuando apareció en 1980. Treinta y cinco años después, este trabajo pionero, el primer diario de viaje que explora y describe las comunidades homosexuales de Estados Unidos, ya es considerado un clásico.
Comandado originalmente a White por Christopher Street, primer periódico gay norteamericano, establecido en 1976 y que sobrevivió hasta 1995, la obra en cuestión fue escrita con el mismo espíritu aventurero que caracterizó a la generación de Stonewall, madre del movimiento homosexual internacional. Sus nueve capítulos llevan de un extremo a otro de una América que se preparaba para elegir como presidente a Ronald Reagan, y donde, desde 1977, la ex reina de belleza Anita Bryant lideraba una campaña que ella misma calificó como una “cruzada anti-gay”, de la que la prensa hizo eco.
En 1980 nadie sospechaba que un año después comenzaría la epidemia del sida, cuya paradójica consecuencia fue acelerar el reconocimiento y la aceptación de la realidad homosexual: si las estrellas de cine, los filósofos bailarines, músicos, poetas, médicos, sacerdotes, empresarios, funcionarios gubernamentales y académicos respetados de fama mundial morían uno tras otro por la enfermedad, difícil era afirmar que la homosexualidad sólo la vivían personas marginales.
Edmund White es escritor, no sociólogo. Su libro no pretende ser un estudio científico basado en la recopilación de estadísticas. Es un testimonio personal, frecuentemente acompañado de comentarios autobiográficos, basado en entrevistas con gays de muy diversas edades, orígenes étnicos y condiciones sociales. Sin embargo, cualquier historiador, cualquier sociólogo interesado en el devenir de la homosexualidad encontrará en “Estados del deseo” una mina de elementos con tanta riqueza que impactará más en su relectura.
Al finalizar el texto, se constata que pocos escritores han sabido como Edmund White pintar un retrato tan revelador, tan vívido, tan rico, tan sutil, tan estimulante de una comunidad menospreciada que apenas comenzaba a darse cuenta de su poder político. Aunque el de White no es un libro histórico en sí, es su atestación del momento vigorizante que vivió y una reflexión sobre cómo la cultura de internet disminuyó la escena gay, pero trajo individuos aislados a una comunidad LGBT+ global.
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